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Revoltosas invitadas

Una línea de herencia por Francela Carrera

Cuando era una niña me encantaba ir a la casa de mi abuela paterna llamada Sara Lee, en San Cristóbal, ciudad de Guatemala. Después de jubilarse como maestra de primaria abrió una tienda de barrio adaptada en el garaje de su casa, vendía útiles escolares, juguetes, papelería, y materiales para bordar, para mi era como entrar al paraíso aunque mis pequeñas manos no alcanzaban a agarrar ningún material disponible, hasta que un día, mi abuela se me acerco y me dijo que podía escoger un objeto de toda la tienda, yo iba a escoger los marcadores de colores, cuando ella me vio, seriamente y me dijo:

«Piensa muy bien lo que vas a escoger, porque después no hay vuelta atrás».

Esa frase acompañada de seriedad me hizo repensar mi primera opción, a lo que dedique unos minutos a ver todos los materiales con mucha cautela, intentando seguir un raciocinio serio como lo intuía en la frase de mi abuela.

De repente vi una caja pequeña roja, la señalé y me abuela la agarro, abrí la caja y adentro tenia un set de agujas, algunos tubos de cartón con hilos de colores, una tijera, un enhebrado, un dedal plateado, y un alfiletero en forma de tomate. No tenia la mínima idea para que servía tanta cosa, pero sentí una fuerte atracción. Sin saberlo, había escogido mi primer kit de bordado y mi abuela muy sorprendida me dijo, ahora te voy a enseñar a bordar, a lo que se sentó frente a mí, enebro la aguja y en un retazo de tela cuadriculada me enseño mi primer punto, el punto cruz. Con mis pequeños dedos en pocos minutos ya estaba bordando una filera completa. Mi abuela al ver mi habilidad me dio un guía de punto cruz con la figura de un castillo que al pasar las semanas logre terminar, el primero de muchos bordados. En el 2004 mi abuela falleció de un accidente de carro y con ella mis ganas de bordad se acabaron. Hasta que en el 2015 después de haberme mudado de país encontré a un grupo de chicas que se reunían una vez a la semana a bordar, me anoté a mi primera clase, al bordar de nuevo tenia la sensación que podía despertar los recuerdos de esas primeras puntadas al lado de mi abuela Sara.

«Con un hilo, aguja y tela podemos recordar, podemos unir y podemos crear».

Entrelazamos memorias vivas y regresamos a nuestras ancestras, a lo que procure acercarme a mi abuela materna, otra hábil bordadora, con la cual habíamos tenido muchas diferencias en mi adolescencia. Mi abuela Alicia me vio con curiosidad, cuando le pedí que me enseñara algunos puntos para bordar. De nuevo, recibí una aguja, un hilo y una tela, sentada frente a mí comenzó a mostrarme algunas puntadas que requerían un poco más de habilidad, con mucha paciencia me corregía y observaba silenciosamente. Pregunte, ¿y tú, como aprendiste a bordar?, no sabia que su respuesta iba a ser una conversación de horas que nunca habíamos tenido, me contó sobre su casamiento con mi abuelo a sus cortos 13 años, la dificultad que pasaron al criar 7 hijos, la destrucción de su casa y la mayoría de las construcciones en el terremoto del 4 de febrero de 1976, las traiciones de mi abuelo y su problema con la bebida alcohólica. Después de tantos años entendí el porque de su semblante serio, su forma estricta de enseñar y su forma de ser, pero comencé a descubrir una señora sumamente sabia, dulce, sincera y cariñosa.

«A través del bordado estaba aprendiendo una de las lecciones más importantes de mi vida, el de aprender a escuchar para entender situaciones que son completamente desconocidas y nos llevan a juzgar precipitadamente a las personas, incluso a nuestros seres queridos».

A través del bordado estaba aprendiendo una de las lecciones más importantes de mi vida, el de aprender a escuchar para entender situaciones que son completamente desconocidas y nos llevan a juzgar precipitadamente a las personas, incluso a nuestros seres queridos. Su dura experiencia de vida formo el carácter serio de mi abuela materna, que a pesar de todo seguía siendo paciente, dulce y bastante guerrera. Mi relación con mi abuela Alicia “Mamita Alicia” es otra desde que me acerque a ella, la quiero, la respeto y la honro, ella es de mis mayores ejemplos a seguir, y espero seguir aprendiendo de sus anécdotas como de sus diversas habilidades manuales. Ver toda su producción artística de bordados realizados con mucha delicadeza y paciencia me llenan de inspiración, verla escoger los colores de los hilos, las diferentes telas, calcar un diseño y empezarlo a bordar con la agilidad que la experiencia le ha dado me hace valorar todas sus piezas bordadas como las de todas las bordadoras que me he cruzado a lo largo de estos años, desde que me inicie en esta arte.

«Bordar para mí es la técnica más preciosa que he aprendido, cuando lo practico sola me transporta a un estado de meditación, de autoconocimiento, consigo entrar a todos los rincones de mi subconsciente, me calma y me llena, es un tiempo solo para mí».

Ahora bordar acompañada, ser parte de un círculo de bordadoras me ha enseñado a que la amistad no tiene edad, he aprendido a escuchar y me he sentido escuchada, he reído y llorado al lado de personas con las cuales lo único que hemos compartido él es gusto de bordar.


¿Como puede una técnica como el bordado ser tan desvalorizada, nombrada como un arte menor, tachada de anticuada y vista solo con una finalidad utilitaria? Lo que comenzó en el siglo XVIII como parte de la educación femenina, históricamente ha sido una actividad que abrió las puertas a un sin fin de encuentros entre mujeres, donde podían compartir sus conocimientos en diferentes ámbitos. Algunas de esas reuniones empezaban con puntadas y terminaban en un sufragio, o una revolución. Porque al unir voces se unían fuerzas. El bordado puede ser una chispa para una gran explosión.

No es una casualidad que la artista Judy Chicago utilizara el bordado para realizar una de las obras más importantes dentro del feminismo en la historia del arte, la instalación Dinner Party 1974-1979 (obra permanente en el Brooklyn Museum), considerada la primera obra feminista en la cual la artista crea una mesa triangular con 39 lugares y el nombre de 998 mujeres que han sido importantes en la construcción de la historia de la humanidad, como lo fueron Virginia Woolf, Georgia O’Keeffe, entre otras. Sus nombres fueron bordados a mano por un equipo de mujeres que confeccionaron un gran mantel que se complementa con platos, copas y cubiertos, que evocan a una mesa lista para recibir en una cena todas las mujeres ilustres mencionadas. A lo cual para mí el bordado como método o técnica artística es hablar y practicar una revolución diaria en nombre de nuestras ancestras, en nombre de las que estamos ahora y por las que vienen.

«Porque la revolución, somos nosotras».

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